Cuando se lee un texto en otra lengua se tiende a captar
solamente el sentido general del
texto o a traducir literalmente en
nuestra mente para averiguar lo que se quiere transmitir. Esta traducción literal la entendemos solo individualmente:
solamente la entiende la persona que ha leído el texto original, por lo que podemos decir que existe un vínculo
entre el sentido que vaga por su mente y la materialización literal en palabras
que está pensando (menudo jaleo, ¿eh?). Esto es una de las primeras cosas que nos enseñan a los traductores profesionales.
Sin embargo, a veces, esa relación
existente no es del todo correcta, ya que el qué y cómo se dice en una lengua puede que no se diga
de la misma forma en otra: el sentido
es universal
(el qué) pero la designación y el significado no (el cómo).
Digamos que el sentido de “cuesta un ojo de la cara” no es precisamente que si
quieres un producto tengas que dejarte un hueco en la cara…
Al
traducir (al comenzar a traducir, mejor dicho) todos tendemos a
acercarnos al original y todo lo que
escribimos es peligrosamente próximo a
una lengua que no es la nuestra.
Esta influencia del original es a lo que llamamos contaminación.
Esta contaminación es el
resultado de dejarnos influir por un texto original y ceñirnos a él al traducir, por lo que
realizaremos calcos y copiaremos estructuras, lo que llevará a la falta de
naturalidad. Nuestro producto, sorprendentemente, nos sonará fantásticamente
bien. ¿Por qué? Por la contaminación. Pensamos: “se parece, suena bien.
¡Perfecto!”. Error fatal. Otra persona no relacionada con el texto original, una persona
no contaminada, chocaría con la falta de naturalidad y
descubriría que no es un texto pensado originalmente en español, por ejemplo.
Por ello, se recomienda deja
reposar la traducción (algo utópico en el mundo
profesional), para olvidar de esa
forma el original y que al volver a leer el texto meta, la naturalidad que distingamos sea la misma que otro
lector podría haber percibido.
Otra gran protagonista es la intertextualidad: la
relación que tiene un texto con otros anteriores. Esto es sumamente importante
a la hora de traducir porque la aparición de nuevas realidades y términos
obliga a estar muy atentos a la intertextualidad de un texto. Dicho de otro
modo: te obliga a dominar la consulta de textos
paralelos.
Y cuando digo “muy atentos” y
“dominar” no exagero. Me
explico: se hacen miles de traducciones
(buenas y malas) en el mundo, te encuentras un término novedoso, tras horas
de búsqueda encuentras un equivalente que te suena haber escuchado (a esas alturas te
suena todo) y lo usas, y da la casualidad que tu fuente (fiable a tus ojos de
desesperado por encontrar un equivalente) ha hecho un calcazo de una realidad
que no se dice de
esa forma en español. Resultado: tiempo pérdido + mala calidad de la
traducción. Todo por la intertextualidad y la contaminación original.
El dominio de la intertextualidad
y el campo del que traduces deriva en la especialización en una temática o tipo de textos, lo que se
traduce (que original la palabra) en más textos, más trabajo y más dinerito.
Todo esto es resultado en gran
parte de la globalización y
la veloz aparición-creación (y traducción) de neologismos y nuevas
construcciones léxicas. A veces, lo que nos suena natural es el resultado del uso repetitivo de una
expresión (que puede o no ser correcta gramaticalmente, como por ejemplo el uso
de “a + infinitivo”, al que ya dedicaremos una entrada).
En definitiva y como decía García
Yebra (1998) “la regla de oro para toda traducción es, a
mi juicio, decir todo lo que dice el original, no decir nada que el original no diga, y
decirlo todo con la corrección y naturalidad que
permita la lengua a la que se traduce”. La dificultad está en aplicar las tres
premisas a la vez sin que la contaminación te mire con los ojos muy abiertos…
Totalmente de acurdo con todo lo expuesto en esta entrada. Siempre me ha gustado la frase de que una buena traducción no añade ni omite nada. Algo que en principio es muy fácil de decir, pero a la hora de realizar una buena traducción no resulta tan sencillo.
ResponderEliminarUn saludo